El día de ayer vi un video en el que Lissie Velásquez, una
conferencista motivacional estadounidense llamada en algún momento “la mujer
más fea del mundo” -padece alguna clase de síndrome que le impide ganar peso.
Suena padrísimo, ¿no? Pues no, no está padre, créanme.- se dirigía a un grupo
de gente. Sin juzgar ni ahondar en lo inspirador –o no- de su discurso, pienso
que el momento más importante de éste, y el que me sirve a mí para llegar a
donde quiero llegar, es en el que invita a la audiencia a preguntarse qué los
define.
“¿Qué te define?
¿Quién eres? ¿Es de dónde vienes, son tus antecedentes, son los amigos que
tienes? ¿Qué es lo que define quién eres como persona? Me ha tomado mucho
tiempo descifrar qué me define a mí. Por mucho tiempo pensé que lo que me
definía era mi apariencia. Pensaba que mis pequeñísimas piernas, y mis pequeños
brazos, y mi pequeña cara eran feos. Me daba asco. Rezaba para despertar en la
mañana y ser diferente, y que no tuviera que seguir luchando. Eso era lo que
pedía cada día, y cada día me decepcionaba. Ahora sé que aunque no es sencillo,
y aunque tengo este síndrome, no puedo dejar que eso me defina. Pusieron mi
vida en mis manos, así como ustedes tienen la suya en sus manos. Ustedes ocupan
el asiento del conductor de su vida. Tú eres quien decide qué te define.”
¿Qué nos define? ¿Qué ME define? Yo también tengo años
tratando de averiguarlo, y como dijo Lizzie: no es sencillo. Es una pregunta
que está ahí, constante, siempre.
Soy Dave Ramos, un joven habitante de la Ciudad de México. 25 años, actor, y
por azares del destino, soy también muchas otras cosas, entre ellas,
homosexual. En este espacio voy a hablar de todas esas cosas que soy, con
especial énfasis en Dave, el homosexual.
Como punto de partida, me parece importante hacerles saber
que, como Lizzie, ya entendí que no se trata de buscar qué te define, se trata de decidir qué te define. Yo he decidido que ser homosexual no me
define, o por lo menos, no es lo único que me define. Me define eso, y me
define todo lo demás que soy. No pretendo, claro, comparar mi homosexualidad con
el padecimiento de Lizzie. A pesar de lo que algunos retros puedan creer, yo no
padezco de homosexualidad. Yo SOY homosexual. No comparo ambas condiciones,
pero sí la búsqueda, la lucha por encontrar quiénes somos y, otra vez, qué nos
define.
“EL PROCESO”.
Siendo que la sexualidad suele ser una parte muy importante
en la vida de las personas, seguro podrán imaginarse lo importante que resulta
también el proceso de asumirte como alguien sexualmente distinto de la mayoría.
Es un proceso largo, difícil, maravilloso, que no termina nunca. Resulta muy
fácil, de pronto, hablar de “El Proceso” como esa cruz que todos los
homosexuales tuvimos que cargar durante años, como ese evento que nos hace no
únicamente distintos, sino mejores. Yo mucho tiempo creí que haber vivido “El
Proceso”, me hacía mejor que los demás. Era fácil, era riquísimo asumir la
posición de víctima, para así poder señalar a los demás y culparlos por ser
quien eres (o por no poder ser quien eres), y al final decir con una voz
triunfante: “¡Vencí. Pasé por “El Proceso”, y ahora soy mejor que tú!”. Y de
pronto, me di cuenta: ¿A quién quiero culpar… de qué? Un culpable es culpable
porque hizo algo malo. Yo no he hecho absolutamente nada malo, porque ser
homosexual no es algo malo. De hecho, a pesar de los deseos de muchos mártires,
a la mayoría les importa un comino si eres gay, bisexual, asexual, etcétera (la
lista de palabras que terminan con “sexual” es larga, disculpen si sólo
menciono algunas). El proceso de asumirte como alguien distinto de la mayoría
es importante no porque te haga mejor que nadie más, sino porque te hace una
mejor versión de ti mismo. Creo que mientras no entendamos eso, nuestro proceso
no está ni cerca de concluir.
Yo sé que ser gay no es algo malo, pero sé también que hay gente
que opina lo contrario. Y aunque respeto su opinión (me cuesta mucho trabajo,
lo acepto), es gente que no tengo por qué tener cerca si no me da la gana. Ese
miedo de perder a alguien cercano por mi sexualidad me detuvo mucho, muchísimo
tiempo. Ahora es distinto. Ahora entiendo que alguien que no me acepta por ser
gay es como alguien que no me acepta por tener los ojos claros. No puedo hacer
nada al respecto, no lo elegí, no tiene nada de malo, y no te quiero cerca si
no me aceptas como soy, con todo y mi homosexualidad y mis ojos claros. Y una
vez que entendí eso, ¡ah!, otro gallo me cantó. Ya no sólo pude aceptarme como
soy, por fin, sino que también pude estar orgulloso de quien soy, y vivir mucho
más plenamente las otras cosas que también soy: el actor, el guionista, el
hermano, el hijo, el nieto, el primo.
Fue entonces que pude decidir qué me definía: me define todo
eso que soy.
Una vez pasado ese punto, todo parece transcurrir con
bastante normalidad. Ahora ya no soy más víctima de nada que todos los demás.
Ahora tengo los mismos problemas que todos los demás: a veces emocionales, a
veces económicos, a veces sentimentales, a veces existenciales. Y es que esos
problemas no son de gays, son de seres humanos.
Gracias, nos vemos el martes.
Dave.